Primer plano de un joven de cabello castaño claro y expresión neutra, vestido con una camisa naranja y azul sobre un fondo amarillo. Este niño es un ejemplo de alguien que podría estar viviendo con el SÍNDROME 22T11.

SÍNDROME 22Q11

El síndrome 22Q11 se produce por una anomalía cromosómica. Es muy frecuente y existe una gran variabilidad de manifestaciones clínicas. Algunas de estas manifestaciones pueden ser anomalías cardíacas congénitas, paladar hendido o insuficiencia velofaríngea, retraso psicomotor o dificultades de aprendizaje. También es habitual la aparición de retraso en el lenguaje. En la etapa escolar, se aprecian dificultades en la memoria de trabajo y en el razonamiento abstracto. Son también frecuentes trastornos del comportamiento como el Trastorno negativista-desafiante o el TDAH.

Ante estos casos, un control médico y educativo puede ayudar a prevenir, mejorar y corregir muchas de estas dificultades, siendo muy importante una intervención multidisciplinar, así como realizar una valoración cognitiva por parte del psicólogo/a clínico a partir de los cuatro años de edad y programar un seguimiento.

 

Es muy frecuente que en este síndrome aparezcan trastornos del habla y del lenguaje. Se caracterizan por un tono de voz nasal, debido a alteraciones orgánicas en el paladar y dificultades en el lenguaje expresivo. Puede existir hipoacusia asociada a otitis media de repetición o hipoacusia neurosensorial. Es por esto que debe llevarse a cabo una valoración conjunta por parte del especialista en otorrinolaringología, maxilofacial y logopeda.

Por otra parte, el nivel de inteligencia suele ser inferior a la media. El aprendizaje memorístico suele ser un punto fuerte. Sin embargo, se observan problemas para la comprensión de conceptos abstractos, como la lectura comprensiva o la resolución de problemas, debido a las dificultades en la memoria de trabajo, siendo frecuente un déficit de atención asociado.

 

Desde el nacimiento hasta los seis años, los niños/as con el síndrome 22Q11, muestran un desfase en el desarrollo de habilidades motoras, lingüísticas y cognitivas. Las dificultades en la alimentación son muy frecuentes, presentando problemas en la deglución y en la succión, debido a hipotonía, dificultades de coordinación e insuficiencia velofaríngea. Normalmente no aparecen las primeras palabras hasta los dos años, o incluso más tarde, debido de nuevo a la insuficiencia velofaríngea o al retraso psicomotor. Así, es importante llevar a cabo la estimulación del lenguaje desde una edad temprana. El uso de gestos y el lenguaje de signos en combinación con el lenguaje oral resulta muy efectivo para estimular la comunicación.

 

Debido a los problemas de lenguaje y a la inteligibilidad del habla, la interacción con otros niños/as suele ser deficitaria, por lo que es importante enseñarles estrategias no verbales que ayuden a mejorar las situaciones comunicativas y aumenten su autoestima. Los ambientes estructurados y predecibles favorecen su rendimiento y evitan la ansiedad y la impulsividad.

En la edad escolar, de los seis a los doce años, van a aparecer problemas de aprendizaje. Como hemos comentado antes, el aprendizaje a través de la memoria es un punto fuerte en estos niños/as.

 

A través de la intervención logopédica, se pueden mejorar los problemas de deglución en los recién nacidos, así como fortalecer la zona de la laringe y el velo del paladar, siempre en una intervención conjunta con los padres, que serán un agente activo en todo el proceso. A partir de los treinta meses, el objetivo será la correcta emisión de sonidos y articulación de palabras. A partir de los cuatro años, la intervención se enfoca a tratar las dificultades asociadas al retraso del lenguaje y del aprendizaje.

 

 


Sobre la autora:

Asunción Navajas Santos.

Logopeda. Col/29-1282

Máster ABA. Análisis aplicado de la conducta en autismo y otros trastornos del desarrollo.

Técnico educación infantil.

Actualmente cursando el Máster de Neuropsicología