Los bebes se alimentan a través de la succión, ya sea a través de la lactancia materna o de la lactancia artificial con el biberón. En este movimiento de succión intervienen varios músculos como labios, lengua o el paladar. La lactancia materna es beneficiosa, sobre todo en los casos de niños prematuros, ya que favorece la relación madre-hijo/a, disminuye la probabilidad de que aparezcan algunas enfermedades, favorece el desarrollo de las estructuras encargadas del habla y la deglución, mejora el sistema inmunitario y prepara al bebé para masticar. Cuando utilizamos el biberón, el bebé no tiene que hacer tanta fuerza con los labios, lo que supone una falta de estimulación, además de favorecer hábitos como el uso del chupe o la succión digital.
Cuando un bebé tiene bajo peso y/o es prematuro, presenta alteraciones musculares o neurológicas, puede necesitar intervención logopédica. Tienen poca fuerza para succionar o son incapaces de hacerlo. En algunas ocasiones tienen que ser alimentados por sonda y, todo esto, hace que requieran una terapia miofuncional específica. Para saber si el bebé necesita este tipo de terapia podemos observar si presenta una incoordinación para succionar y tragar, fallos respiratorios, desnutrición, sospecha de aspiraciones, mucho reflejo de vómito, tos durante la alimentación y se irrita mucho o tarda en comer.
La lengua de los bebés tiene un tamaño descompensado, ya que la mandíbula es pequeña, por lo que ocupa más espacio en la cavidad oral y tiene una posición anterior, que ayuda en el movimiento de succión. Cuando el bebé nace tiene unos reflejos orales. De ellos depende que el bebé mueva los músculos encargados de la deglución. El reflejo de mordida, por ejemplo, disminuye entre el tercer y quinto mes y desaparece entre los siete o nueve meses, cuando se sustituye por la masticación. En el primer mes el bebé es capaz de deglutir cuando se almacena la leche en la boca. Este movimiento de deglución se vuelve más automático entre los siete y once meses y a los dos o tres años la deglución es similar a la del adulto.
Como hemos comentado antes, el bajo peso y la edad gestacional con la que nace el bebé son factores de riesgo. Observamos alteraciones neurológicas que se manifiestan en largos periodos de sueño, no hay señales de que el bebé tenga hambre o sed y reflejos orales son débiles. Hay una falta de coordinación entre la succión, deglución y la respiración, falta de tono muscular que hace que el bebé se canse de comer. El papel del logopeda en estos casos sería llevar a cabo una terapia miofuncional, favoreciendo los procesos implicados en la alimentación. Existen métodos alternativos de alimentación para conseguir que el bebé obtenga los nutrientes necesarios, como utilizar una sonda orogástrica o nasogástrica.
Es importante cuidar la higiene en estos procesos, utilizando guantes y material adecuado, así como atender los posibles signos de ansiedad o estrés que pueda tener el bebé. También es muy importante la intervención con los padres, ya que esto les genera frustración. Debemos comprender la inmadurez y limitaciones del bebé, así como ajustar las expectativas. En la mayoría de los casos, son niños/as que más adelante pueden presentar retraso madurativo, problemas en la adquisición del lenguaje o déficit auditivo, por lo que se debe llevar a cabo un seguimiento.
Fdo. Asunción Navajas Santos.
Logopeda.
Sobre la autora:
Asunción Navajas Santos.
Logopeda. Col/29-1282
Máster ABA. Análisis aplicado de la conducta en autismo y otros trastornos del desarrollo.
Técnico educación infantil.
Actualmente cursando el Máster de Neuropsicología