Un adulto se reclina en un sofá sosteniendo a un bebé con un mameluco azul que está sentado en su regazo. El escenario, durante el confinamiento, parece ser una cómoda sala de estar.

Hablar con nuestros hijos en el confinamiento (Del nacimiento hasta el año)

Del nacimiento hasta el año

 

Ahora que pasamos más tiempo con nuestros hijos/as o que hemos sido madres y padres en este periodo de confinamiento, podemos observar muchas conductas a la hora de comunicarnos con los más pequeños y así ayudarles en el desarrollo del lenguaje. Este desarrollo sigue unos hitos o metas, es decir, a cierta edad se espera que los niños/as realicen determinadas acciones o se comporten de una manera determinada. Estas adquisiciones son aproximativas, por lo que un niño/a puede estar más adelantado o atrasado que otro/a con la misma edad.

 

Desde el nacimiento hasta los seis meses los bebés reaccionan a los sonidos y giran la cabeza para saber de dónde viene ese sonido. Empiezan a balbucear y reconoce palabras frecuentes como mamá y papá, aunque aún no sean capaces de decirlas.

 

En estos primeros seis meses, es recomendable hablar a los bebés desde el primer día acerca de lo que ocurre a su alrededor o de lo que estás pensando. Podemos usar frases cortas, sencillas, exagerando la entonación, de forma lenta, repitiendo mucho y mirándolo cara a cara. Estas serán sus primeras conversaciones: mueve la cabeza después de que lo haga el bebé, responde con una sonrisa cuando él también lo haga o imita sus sonidos, sin pretender que él también nos imite a nosotros.

También podemos acompañar las actividades con onomatopeyas, por ejemplo, cuando lo cogemos en brazos y decimos auupa, o cuando giramos la rueda de un coche y hacemos el sonido run run.

De los cinco a los seis meses es aconsejable cantar canciones que estén acompañadas de una acción de forma repetida y podemos inventar juegos para comenzar a establecer la toma de turnos, por ejemplo, juegos en los que tengan que esperar a que ocurra algo.

Debemos mirar lo que está mirando el bebé y hablarle sobre ello, por ejemplo, si mira un objeto, se lo damos diciendo su nombre y lo incluimos en el juego.

 

Un dato curioso es que durante los tres primeros meses es frecuente que hagamos preguntas del tipo ¿Quién es el niño más guapo?; estas preguntas no aportan información ni esperamos ningún tipo de respuesta, son afirmaciones emotivas.

 

De los seis a los nueve meses, reconoce nombres de personas y objetos familiares. Emite sonidos con intención comunicativa y combina estos sonidos con gestos.

A los nueve meses es capaz de entender frases cortas como ven con mamá, siempre que se produzcan en contextos habituales. Comprende el no y produce una jerga propia.

 

En esta etapa podemos seguir jugando con canciones y estribillos repetitivos acompañados de acción: palmitas, cucú-tras, arre, arre, arre que llegamos tarde, etc. Seguiremos imitando los sonidos y las acciones que haga. Sin embargo, ahora dejaremos que también ellos nos imiten a nosotros. Notaremos que el tiempo que mantienen su atención en este tipo de juegos es cada vez más largo.

Si acompañamos siempre las mismas acciones con las mismas palabras, el bebé las va a relacionar con el juego.

Seguiremos respondiéndole con sus mismos sonidos y, además, le diremos con palabras lo que quiere expresar, por ejemplo, cuando llore podemos decir ¿Estás triste? ¿Te duele la barriga?

Usa frases sencillas y cortas, sin emplear palabras sueltas para comunicarnos con el/ella, ya que esta no es la manera natural de hablar. En esta edad debemos introducir muchos nombres de familiares y de objetos o juguetes, evitando usar pronombres, por ejemplo, pon el osito en la silla en lugar de ponlo ahí. Seguir sus intereses le hará más fácil asociar cada palabra con su significado.

 

De los nueve a los doce meses sigue el balbuceo, señala objetos y vocaliza. Es capaz de relacionar palabras con su significado, las comprende y entiende preguntas y órdenes sencillas dentro del contexto.

 

A la hora de dirigirnos a ellos, seguiremos utilizando frases cortas y sencillas, por ejemplo, es más fácil que comprendan la frase eso es un perro, que decir creo que ha pasado por la calle un perro. Haremos una pausa después de cada frase para darle tiempo a que la comprenda. Usar gestos e imitar los suyos le animará a comunicarse más.

 

En las próximas semanas seguiremos hablando sobre el desarrollo del lenguaje hasta los cuatro años y qué pautas podemos seguir para hacer este proceso más fácil y divertido.

 

 


Sobre la autora:

Asunción Navajas Santos.

Logopeda. Col/29-1282

Máster ABA. Análisis aplicado de la conducta en autismo y otros trastornos del desarrollo.

Técnico educación infantil.

Actualmente cursando el Máster de Neuropsicología