En la escuela, el lenguaje se emplea para diferentes cosas o tiene varias funciones. Los niños/as piden y comparten información, expresan sentimientos, regulan la conducta de los demás cuando le piden a otro niño/a que haga algo. También, a través del lenguaje, se sienten miembros de un grupo y sienten que tienen poder dentro de este grupo. Para lograr esto, se necesitan unas habilidades lingüísticas básicas.
En primer lugar, el habla del niño/a debe ser inteligible, es decir, se debe entender lo que dice. También deben usar elementos de cohesión en el discurso, saber unir una frase con otra para hacerse entender, dar coherencia a su mensaje, sabiendo lo que deben decir y lo que no, marcar con la mirada o con el lenguaje a quién se está dirigiendo, ser capaz de hablar a más de una persona a la vez y responder adecuadamente a los demás.
A nivel escolar, en necesario saber qué es lo que el niño/a sabe hacer para partir de esas habilidades. Son niños/as que tienen menos contacto con sus compañeros y forman un grupo con otros niños/as con características similares. Inician menos las interacciones con sus iguales, aunque si lo hacen más con adultos. Cuando ya se ha iniciado la interacción, suelen producir respuestas más cortas y no verbales, tardan más tiempo en integrarse en una conversación que ya se ha iniciado y no dan información suficiente.
Estas dificultades se pueden explicar por una falta de habilidades sociales o por los errores en el habla sobre todo a los cuatro y cinco años. Para ser eficaces en estas interacciones sociales, se requieren unos enunciados verbales complejos a nivel sintáctico, y las dificultades de estos niños hacen que estos enunciados sean más limitados, lo que genera menos oportunidades de interacción social.
Los profesores consideran a estos niños/as menos hábiles socialmente, les cuesta más ayudar a otros niños y son más impulsivos. Tienen más conductas reticentes, por ejemplo, cuando quieren jugar, pero no se atreven. Se quejan menos cuando no se les trata bien, suelen presentar hiperactividad o escuchan menos.
En algunas ocasiones, después de hablar con el profesor/a, los padres se quedan con la sensación de que no lo hacen bien, pero esto no es así. Se suelen ajustar al lenguaje de su hijo/a buscando el éxito comunicativo, pretenden que las cosas funcionen y muchos de los consejos que les damos no son realizables en su día a día. Así, debemos negociar con ellos lo que realmente pueden hacer o lo que no pueden y adaptarnos a ellos. Hay que valorar positivamente los esfuerzos más que quejarnos de lo que el niño/a no sabe hacer y evitar la anticipación de resultados que no sabemos o no estamos seguros para reducir la ansiedad, haciéndoles ver que no hay respuestas para todas las preguntas. Esto genera un sentimiento de realismo e interés por lo que están haciendo.
Sobre la autora:
Asunción Navajas Santos.
Logopeda. Col/29-1282
Máster ABA. Análisis aplicado de la conducta en autismo y otros trastornos del desarrollo.
Técnico educación infantil.
Actualmente cursando el Máster de Neuropsicología