Casi siempre hablamos del principio del proceso cuando unos padres llegan a la consulta preocupados porque su hijo/a no cumplen sus expectativas. Se preguntan si su hijo/a será normal o si acabará hablando bien algún día. Como hemos comentado en artículos anteriores, la mayoría de las veces no podemos contestar a estas preguntas. Sin embargo, los padres tienen derecho a una respuesta.
Cuando hablamos de normalidad en el lenguaje, nos podemos referir a los datos objetivos que nos dan las pruebas y test estandarizados y que comparan al niño/a con una muestra de edad. Así, podemos saber si se encuentra por encima o por debajo de la media en las dimensiones del lenguaje. Por otro lado, existe la normalidad a nivel social, que es subjetiva, pero que es más importante.
Cuando una persona con TEL llega a la edad adulta, podemos observar secuelas en el uso de preposiciones, verbos, un vocabulario más reducido, etc. A nivel social, se encuentran más adaptados. Pasada la edad escolar, se valora el lenguaje en relación con la adecuación a la situación. A veces los niños con un lenguaje perfecto están más aislados que los que presentan TEL, porque el resto de niños/as no entienden un lenguaje tan formal. Es decir, no es tan importante construir correctamente una frase o usar un vocabulario correcto en todas las ocasiones como saber hacerse entender y comprender las situaciones sociales a las que se enfrentan en su día a día.
Por otra parte, este ajuste social es más difícil. Varía dependiendo de las exigencias del entorno, ya que puede no presentar tantas dificultades en la escuela, pero sí para los padres o abuelos.
En los adultos, decimos que alguien habla de forma rara, o no habla bien, pero no que tiene un trastorno del lenguaje. Se trata de personas que se ponen nerviosos/as cuando hablan o profesores/as que no entendemos lo que nos explican. No hablamos de trastorno, hablamos de peculiaridades del lenguaje, en palabras de Marc Monfort.
Las exigencias de normalidad son más fuertes en la edad escolar que en la edad adulta, donde se valoran otros aspectos. Son personas que recuerdan la edad escolar como un periodo malo, pero que de adultos no le dan tanta importancia. Los adultos tienden a compensar las dificultades que puede tener una persona adulta con TEL, por lo que su integración en un entorno laboral es satisfactoria.
Valorar positivamente los avances y ver lo que vamos consiguiendo, sin fijarnos tanto en lo que no conseguimos debería ser un objetivo a la hora de llevar a cabo una intervención con un niño/a con trastorno del lenguaje. El objetivo no es eliminar el TEL, sino aprender a convivir con él.
Sobre la autora:
Asunción Navajas Santos.
Logopeda. Col/29-1282
Máster ABA. Análisis aplicado de la conducta en autismo y otros trastornos del desarrollo.
Técnico educación infantil.
Actualmente cursando el Máster de Neuropsicología