En el proceso de enseñanza de la lectura y la escritura, son necesarias algunas habilidades sin las cuales este aprendizaje sería muy difícil. Cuando un niño/a toma conciencia de que a cada letra le corresponde un sonido y que, a cada sonido, le corresponde una letra, es capaz de acceder al significado de la palabra que forman esas letras. Para ello, debe mantener en su memoria los sonidos de las letras hasta que puede leer de forma automática la palabra. Así, para que este proceso se desarrolle de forma adecuada, el niño/a debe tener habilidades fonológicas, cognitivas y lingüísticas.
Las habilidades fonológicas con aquellas que nos permiten distinguir los elementos del lenguaje hablado, como las sílabas y los fonemas. Desde los tres o cuatro años, los niños/as son capaces de separar una palabra en sílabas a través de juegos o canciones infantiles, mientras que les resulta muy difícil separar las palabras en fonemas. El conocimiento o conciencia fonémica se adquiere cuando el niño/a empieza con el aprendizaje explícito de la lectura y la escritura, no aparece espontáneamente como la conciencia silábica. Dentro de las habilidades fonológicas también se encuentra la conciencia léxica, es decir, saber separar las palabras que forman una frase. En general, a los niños/as de tres y cuatro años, les cuesta más separar las palabras de una frase que separar una palabra en sílabas, por lo que la conciencia léxica va a empezar a desarrollarse una vez que se requiera escribir frases. Así, las habilidades fonológicas se desarrollan siguiendo unas etapas y, aunque hay una edad aproximada para su adquisición, cada niño/a sigue su propio ritmo de aprendizaje. Saber si dos palabras riman o no y ser capaz de separar una palabra en sílabas son habilidades que se desarrollan antes de aprender a leer y a escribir y que facilitan este proceso.
De igual forma, hay habilidades cognitivas que los niños/as deben tener para que el aprendizaje de la lectoescritura se lleve a cabo de forma eficaz. Estas habilidades le permiten al niño/a tomar conciencia de si comprende o no la palabra o texto que está leyendo, y son importantes tanto al inicio del proceso a los cinco años, en el último curso de Educación Infantil y en el primer curso de Educación Primaria, cuando se comienza con la enseñanza explícita de la lectoescritura, así como más adelante para adquirir nuevos aprendizajes. La memoria operativa y la velocidad de denominación son dos de las habilidades más importantes para lograr este aprendizaje, sobre todo en los niños/as que presentan dificultades. La memoria operativa le permite al niño/a mantener en su memoria los sonidos de las letras que va leyendo para finalmente unirlos y acceder al significado de la palabra que está leyendo, así como mantener en su memoria el significado de las frases que forman un texto para después comprender lo que ha leído.
Las dificultades en velocidad de dominación, es decir, para nombrar dibujos, se deben a dificultades en las habilidades fonológicas comentadas en el párrafo anterior y hacen que el niño/a tenga un peor rendimiento en lectura.
Hay muchos estudios que relacionan las dificultades en el lenguaje oral con las dificultades en el lenguaje escrito, aunque cometer errores en el habla no significa o no es una causa directa de dificultades en el aprendizaje de la lectoescritura. El niño/a debe asociar la palabra que dice de forma oral con la forma global de la palabra escrita. Esto ocurre con más rapidez cuando los niños/as leen de forma automática a los ocho o nueve años. Puede que a esta edad algunos niños/as no recuerden muchas palabras, pero esto no se debe a un problema de memoria, sino que las dificultades en lenguaje generan estos problemas, ya que hasta que no dominan las reglas de conversión grafema-fonema tardan más en leer una palabra y, por lo tanto, en almacenarla en su memoria a largo plazo. Así, el desarrollo del lenguaje oral y del lenguaje escrito están relacionados.