A la hora de intervenir con un niño/a, tenemos en cuenta varios factores, como el entorno familiar, el nivel de desarrollo del niño/a en ese momento, sus intereses y los de su familia o las dificultades que presenta, así como sus puntos fuertes. La metodología que nos puede servir en un caso, puede no sernos útil en otro, por lo que debemos valorar las características de cada niño/a en concreto.
Cuando hablamos de pragmática, hablamos del uso que le damos al lenguaje a nivel social, es decir, como usar el lenguaje para modificar nuestro entorno. En palabras de Marc Monfort, el niño/a con trastorno pragmático no entiende su entorno, como los gestos que hacemos al hablar, así como tampoco es capaz de hacerse entender. Esto genera ansiedad en los padres, ya que no saben qué es lo que quiere comunicar su hijo/a. Modificar el entorno puede ayudar en estos casos. Por ejemplo, buscando alguna alternativa para poder comunicarnos con ellos, como que escriban lo que quieren decir o explicar lo que les pasa en un momento determinado.
El primer aspecto a tener en cuenta es la comprensión y la interpretación de la información que les llega de su entorno. Una característica de estos niños es que utilizan un lenguaje pedante. Suelen utilizar más palabras técnicas o extrañas, que palabras usuales para su edad. Esto ocurre porque para ellos son más fáciles de comprender las palabras difíciles o técnicas, que sólo tienen un significado, que las palabras más sencillas que cambian de significado según el contexto o la situación. Así, no entienden las ironías, metáforas o los dobles sentidos.
A nivel expresivo, son niños/as con pocas ganas de comunicar y con dificultades en la Teoría de la Mente. También suelen presentar intereses restringidos.
Simplificar el entorno de aprendizaje, como en los casos de niños/as con TEA en los que el entorno debe estar muy estructurado, explicar tanto el significado de las palabras como de los distintos usos y significados que pueda tener en cada contexto. Es frecuente que sean capaces de hacer algo en el aula o en el gabinete y no lo hagan fuera porque no son capaces de generalizarlo a otro contexto o situación.
Usar apoyos visuales como pictogramas, fotografías o la escritura es útil para anticiparles lo que va a pasar y evitar rabietas al no saber lo que va a pasar.
A medida que mejora el lenguaje tanto a nivel expresivo como comprensivo, mejoran también las habilidades sociales de estos niños/as y aumentan sus ganas de comunicar.
Sobre la autora:
Asunción Navajas Santos.
Logopeda. Col/29-1282
Máster ABA. Análisis aplicado de la conducta en autismo y otros trastornos del desarrollo.
Técnico educación infantil.
Actualmente cursando el Máster de Neuropsicología